La diabetes es una de las principales amenazas del sistema cardíaco y responde a que esta enfermedad supone que el organismo no sea capaz de producir ni responder óptimamente a la hormona insulina, esencial para convertir la glucosa, el llamado azúcar en sangre, en energía. La energía propia de los alimentos consumidos, por tanto, no la puede utilizar el organismo, de modo que las células se dañan a causa de esta ausencia de la transferencia de energía. La glucosa no es asimilada por las células, se eleva la cantidad de glucosa en la sangre y se genera hiperglucemia y diabetes.

A menor circulación, mayor presión arterial

Los problemas que la diabetes crea en el correcto funcionamiento del corazón comienzan con altos índices de llamado colesterol malo y pocos niveles del bueno, al mismo tiempo que los trigligéridos -un tipo de grasa que se encuentra en la sangre- también aumentan. Esta combinación endurece las arterias en un proceso llamado aterosclerosis, que se fragua cuando grasas, colesterol y otras sustancias perjudiciales se acumulan en los canales arteriales y bloquean el flujo de la sangre.

Dado que esta no puede transitar de forma ordinaria, el corazón, los pulmones y los riñones no reciben la misma cantidad de sangre y su funcionamiento no se realiza de forma convencional, además de incrementar la presión sanguínea. Esta cantidad extra de glucosa en sangre provoca un excesivo espesor y aumentan las probabilidades de que se produzcan coágulos más fácilmente y de que los vasos sanguíneos más pequeños se debiliten. Estos coágulos son masas semisólidas de sangre cuya aparición puede alterar el flujo circulatorio.

Además de estos efectos perjudiciales, esta coagulación puede proceder de daños arteriales que provocan que su placa se desprenda y origine estos obstáculos para el paso de la sangre, hasta el punto de que si tiene lugar en una de las arterias del corazón se produce un infarto. En caso de que sean otras arterias las que se bloqueen a lo largo de toda la anatomía, este fenómeno perjudicial se denomina embolia.

La diabetes no solo repercute directamente en el funcionamiento cardíaco, sino que disminuye también la capacidad del organismo para combatir infecciones o patógenos y cicatrizar heridas. Esta ineficacia conlleva que las infecciones sean más duraderas y que las heridas tarden más tiempo en sanar.

Fuente: desfibrilador.com